Todos sabemos de Colecho, aun sin saberlo

Por Karen Bustos de Mimandoando

El pasado fin de semana tuve la oportunidad de sentarme en círculo con hermosas madres (y padres) llenos de preguntas acerca del colecho. Buscaban un espacio donde expresar sus miedos, angustias y preocupaciones al respecto. Un lugar donde ser escuchados, sin ser juzgados y dónde encontrar respuestas (o consentimiento) a sus formas de criar.

Es que cuestionamos muchas cosas y nos llenamos de inseguridades a tal punto de preguntarlos si realmente estamos haciendo las cosas bien, si deberíamos escuchar más a nuestra madre, a la suegra o al pediatra. Me pregunto ¿Por qué las madres (y padres) de hoy cuestionamos tanto si lo estamos haciendo bien? ¿Por qué dudamos de nuestras habilidades? ¿Por qué ponemos en duda nuestro instinto?

Para ir más allá, les copio un fragmento del libro de Carlos Gonzalez, “Bésame mucho”:

“POR QUÉ NO QUIEREN DORMIR SOLOS

¿Dónde dormían los bebés hace 100. 000 años? No había casas, no había cunas, no había ropa. Sin duda dormían junto a su madre o sobre ella, en un improvisado lecho de  hojarasca. El padre no debía dormir muy lejos, y la tribu entera estaba apenas a unos metros de distancia. Sólo así podían sobrevivir durante el sueño, el momento más vulnerable de su jornada. Recuerdo de aquellos tiempos es la costumbre de que los esposos duerman juntos, y la desazón (a veces franco insomnio) que los adultos solemos sentir cuando un viaje nos obliga a dormir separados de nuestra pareja habitual. Muchas madres, si su marido duerme fuera, «dejan» venir a sus hijos a su cama, y no siempre es fácil decir cuál de los dos halla más consuelo en la compañía.

¿Se imagina a un bebé solo, desnudo, durmiendo en el suelo y al aire libre a cinco o diez metros de su madre durante seis u ocho horas seguidas? No hubiera sobrevivido. Tenía que existir un mecanismo para que también de noche el bebé estuviera en contacto continuo con su madre, y de nuevo el mecanismo es doble: la madre desea estar con su hijo (sí, a pesar de todos los tabúes en contra, todavía muchas madres lo desean), y el niño se resiste violentamente a dormir solo. ¡Dormir solo! El gran objetivo de la puericultura del siglo XX. Como hemos comentado, un niño al que su madre pudiera dejar solo, despierto, en el suelo, y no protestase de forma inmediata, sino que ¡se durmiese!, difícilmente hubiera sobrevivido más que unas horas. Si alguna vez hubo niños así, se extinguieron hace miles de años (bueno, no todos. Se habla de niños que duermen toda la noche, espontánea y voluntariamente. Si el suyo es uno de esos raros niños, no se asuste; seguro que también es normal). Nuestros hijos están genéticamente preparados para dormir en compañía.

Para un animal, el sueño es un momento de peligro. Nuestros genes nos impulsan a mantenernos despiertos cuando nos sentimos amenazados, y a dejarnos llevar por el sueño sólo cuando nos sentimos seguros. Nos sentimos amenazados en un lugar desconocido, y a mucha gente le cuesta dormirse en los hoteles porque «extraña la cama». Nos cuesta dormirnos en ausencia de nuestra pareja o en presencia de desconocidos. “

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Tal parece que el instinto nos lleva a querer mantenernos cerca de nuestras crías, a protegerles tanto de día como de noche, a cobijarles y resguardarles, como lo hibiéran hecho nuestros antepasados hace miles de años. “Eso fue hace mucho tiempo, en estas épocas ya no enfrentamos esos peligros”, dirán algunos. Sin embargo, un bebé recién nacido no lo sabe, ese bebé trae la misma información genética de un bebé de 100 000 años atrás, esto ha permitido la evolución y supervivencia del ser humano, ¿por qué habríamos de negarnos a ella?

Actualmente el colecho se lleva a cabo más de lo que imaginamos, no es una práctica extinta, ni pasada, ni a la moda, es una práctica natural como lo podemos entender. Sin embargo la cultura occidental ha traído consigo diferentes aspectos que nos han llevado a migrar a otras costumbres (necesarias o no) y a dejar algunas otras, quizás más saludables. De hecho, aquí podemos involucrar el tema del consumismo, con tantas cosas que la industria inventa “para los bebés” que finalmente son de lo más innecesarios, o a veces sólo hechos para los papás, pero nada pensados en los niños a ciencia cierta.

En el mundo, el 70% de niños duerme con sus padres. De hecho los únicos países que no presentan gran tasa de colecho son EUA, Canada y Australia. Y en los países en que más bebés duermen con sus padres son Japón, Suecia y Noruega, alcanzando un 90%.

  • Si te preguntabas cuánto daño le estarías haciendo a tu bebé por meterlo a la cama contigo: Ninguno
  • Si cuestionas que algún día deje la cama: Lo hará, antes de que tú lo desees, lo extrañarás! (Sí, aceptémoslo, no se quedan en la cama hasta los 17 años, menos cuando saben que tienen un cuarto propio)
  • Si te critican diciendo que estás haciendo lo peor para tu relación de pareja: Es una lástima imaginar personas con tan poca imaginación. ¿Es que acaso la vida de pareja se reduce al dormitorio? Hay muchas más opciones para encontrar intimidad con tu pareja y ahora que dejaron de ser dos, para ser una familia con más miembros, qué mejor que tener un espacio íntimo también para los 3? (o 4 o más)
  • Si pensabas que tu bebé tenía un problema para dormir o no entendías por qué se despertaba tantas veces por la noche: Cuerpo de mama=calma y seguridad.

Es verdad que debemos enfrentar muchas observaciones externas, pero creo que la correcta información es la mejor manera de empoderarnos y con ello tenemos herramientas para explicar por qué hacemos lo que hacemos (si queremos explicar, al fin y al cabo, nosotros vemos por la educación de nuestros hijos).

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Al final de esta sesión maravillosa con padres maravillosos, me doy cuenta que los genes y el instinto prevalecen, y aunque nos encontremos con observaciones, sugerencias y consejos que no van de la mano con lo que nos dicta la naturaleza, ahí lo tenemos. Más información, más instinto, más crianza natural por el bien de nuestros hijos. Quienes al fin y al cabo, serán los adultos que entregaremos a esta sociedad.

Mimando Ando… colechando!

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