Quiero que todos mis hijos sean mujeres

Por Andrea Bettocchi de Mirada de Mamut

Este enunciado puede traerme problemas ya que no sólo tengo hijas mujeres pero también tengo un niño pequeño. Un hombrecito, el elegido, el esperado, “el varoncito por fin señora”, así es, quisiera que él también tenga todas sus partes de niña altamente presentes en su ser.

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Veía el maravilloso, extraordinario, inspiracional discurso de Eve Ensler en TED (veánlo porque es absolutamente revelador y porque no hay excusa, hay subtítulos en todos los idiomas) y aunque ya lo intuía, reconfirmó mis sospechas de que si todos fuéramos más mujeres seríamos más felices. Menos razón y más corazón: Ese es el lema de mi vida. Me ha tomado montañas enteras de terapia para destejer el tejido de mi educación y allí continúo anudando entre mis propios dedos. Aceptándome. Lucho contra mi necesidad de complacer y quiero romper con esa cadena y cooperar a que los niños del futuro lejos de complacer, crean, vivan, rompan, liberen, escuchen, amasen, amen, todo con locura e intensidad. Según Ensler, y yo lo creo igualmente, eso sólo es posible si no reprimimos a las mujeres interiores que todos, TODOS llevamos dentro.

Me pongo a pensar en los hombres de mi vida. Salvo a veces mi esposo, criado por mujeres y que aún preserva algo de esa niña interior, los demás están doblados de dolor por dentro. Están prohibidos de llorar, conmoverse, dramatizar, intuir, hacer conjuros mágicos, desear imposibles, hablar de sus sueños, en fin, de continuar con su infancia. Prolongarla para hacer de la vida adulta un lugar tolerable. ¿Cómo hacen?, me pregunto y no quiero saberlo.

No quiero hacer eso con mi hijo. Quiero que mis hijos, todos, celebren su mujer interior.

No tengo mucho más que añadir. Este post nació del exabrupto causado después del viaje emocional por el que Eve Ensler me llevó de la mano. Nada más y como siempre agradecer por las intensidades de la vida y desearles a todos una feliz y sana niña interior.

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