Cuando la paciencia nos abandona

Por Nathalie Otárola de Soy mamá y no me compadezcas

paciencia nos abandona maternidad

Confieso que no fui la mamá que alguna vez quise ser. Cuando salí embarazada soñaba ser de esas mamás que se quedan en casa, estimulaban a sus bebés, tenían todo bajo control y nunca perdían la paciencia. Hoy después de dos años, volteo hacia atrás y me digo a mi misma «Qué ilusa». Todas soñamos en convertirnos una mamá de ensueño, fue una de las razones por la que me fui al lado de la imperfección. Es imposible ser la mamá perfecta que tanto soñamos, probablemente desde que éramos niñas. Todas cometemos errores, todas nos abrumamos, todas perdemos los papeles, todas nos equivocamos, todas en algún momento quisimos salir corriendo, todas queremos dormir más, tener una tarde libre sin ninguna responsabilidad, todas nos sentimos mal por pensar eso y alguna vez hemos llorado a escondidas por haber sentido todo lo que socialmente esta mal que sientas como madre.

Yo he perdido la paciencia más de una vez, lo admito. He alzado la voz y me avergüenza aceptarlo y mucho más contarlo, he cedido muchas veces porque me sentía cansada, he realizado pataletas yo misma porque mi hijo ha estado insoportable y no sabía cómo manejarlo. Pero la maternidad ni los hijos vienen con un manual bajo el brazo y cuando ya estas en el ruedo, no te queda de otra que hacer lo mejor que puedas incluso cometiendo errores. Pero así es, nadie nace sabiendo, lo que tu creías que era lo mejor tal vez no lo sea, pero no por eso debes sentirte mal ni que has fallado. Ves a tu mamá y sabes que la maternidad nunca fue fácil, pero creo que jamás logras imaginar lo difícil que es. Nadie te dice que después de perder la paciencia y alces al voz te sentirás peor que una cucaracha. Entre sentirme pésima conmigo misma y no saber qué hacer me acordé de esta palabra: autocontrol.

Esta demostrado con miles de estudios que los gritos no traen nada bueno (escribiré un post sobre eso exactamente). Yo lo sabía ¿Por qué seguí haciéndolo? Mi hijo es una bala, súper travieso y movido, ¿Pero eso me daba el derecho a mi de levantar la voz por cualquier cosa? No lo creo. El es un niño y cuando digo eso espero que lo entiendan realmente como yo finalmente lo entendí. Es un niño, tiene que hacer cosas de niños, es parte de su aprendizaje, desarrollo, crecimiento, es parte de un todo, desde las travesuras, pataletas, todo… Los adultos aquí, somos nosotros. Nos toca tener más capacidad para controlar nuestras emociones y tener autocontrol,  no ellos. Y claro, también somos humanas, así que tampoco seamos tan duras con nosotras mismas, somos humanas y francamente el cansancio, la maternidad, la casa y la rutina pueden jugar en contra. Lo importante es que creas en un cambio y luego lo hagas. Por ejemplo, una de las cosas que solía hacer es agrandar las cosas, sobre reaccionar. Si un niño derrama agua en la mesa, ¿Es necesario gritarlos por eso? Fue un accidente, probablemente le hubiera pasado a cualquiera incluso a nosotros mismos. Tratemos de entender que son niños, que están permitidos a equivocarse, no comprenden sus sentimientos, nuestra chamba es entenderlos a ellos, hacerlos sentir comprendidos, que estamos ahí, aun así estén en plena pataleta (pero ese es otro tema para un post).

Venimos de una época donde la mayoría de nuestros padres si nos gritaban y algunas veces nos caía un manazo de paso. Escucho frases como estas en todas partes  «a este niño le falta golpe» o «antes nos caía y somos normales». Probablemente la mayoría no tengamos muchos problemas o no los notemos, pero esta comprobado que gritar no es bueno y hablo de gritar específicamente porque pegar ya es otra cosa y sabemos que esta mal hacerlo. Mi intención no es juzgar a nadie, ni convertirme en una de las mamás prejuiciosas que tanto me molesta ver. La mayoría de nosotras hemos crecido con esta «herencia educativa» y aunque no lo queramos hacer terminamos haciéndolo.

Es mejor entender que estamos haciendo algo que no esta bien y querer enmendar eso. El aprender a corregir sin gritar ni perder la paciencia,  es algo más complicado de lograr. Resulta menos complicado aplicar el «Porque lo digo yo y punto» que intentar dialogar y corregir al mismo tiempo, cuesta más. Es más dificil mantener el autocontrol, contar hasta 20 si es necesario que irnos por la salida más rápida. Y en última instancia si lo llegamos a hacer, el niño no te va a ver menos padre o madre si pides unas disculpas del caso «Perdón mi amor, no quise gritarte» ¿Esta mal pedir perdón a nuestros hijos por equivacarnos? Yo creo que no, nos hace más reales, más humanos. Quizás no vayan a crecer con un concepto de madre muy perfecto, quizás sabrán cuando sean padres, que nosotros también nos equivocamos y no buscarán perfección, sino serán ellos mismos.

Hoy puedo decir que me acerco más a la versión de madre que quiero ser ahora. No una madre perfecta, sino una madre imperfecta que ama mucho, demasiado, sabe que se equivoca pero aprende de sus errores.

Deja un comentario